El futuro parece brillante cuando la actitud es correcta

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El futuro parece brillante cuando la actitud es correcta, y ya sea que tengamos 12, 25 ó 65 años. Nuestras actitudes hacia la vida siguen en formación. Cuando las cosas se ponen difíciles, debemos recordar que lo que verdaderamente importa es lo que ocurre dentro de nosotros. Nos volvemos aquello en que pensamos.

El doctor G. Campbell Morgan solía contar un cuento acerca de un hombre de negocios de cuyo edificio ardió hasta los cimientos. A la mañana siguiente este valeroso hombre de negocios llegó a las ruinas llevando una mesa. Colocó la mesa en el centro de los escombros. Encima de la mesa había escrito un lema optimista que decía: “Todo se ha perdido excepto mi esposa, mis hijos y mi esperanza. Los negocios se reanudarán mañana como de costumbre”.

Napoleón Hill afirmó que “cada adversidad lleva consigo las semillas de un beneficio equivalente o mayor”. Lo que realmente cuenta es lo que le damos a la vida, no lo que la vida nos da. Un optimista encuentra una oportunidad en cada dificultad, mientras que un pesimista encuentra una dificultad en cada oportunidad. Cada amanecer nos trae un día nuevo y brillante. Podemos hacer de él lo que deseemos, levántese cada mañana con la actitud mental correcta. La actitud que usted adopte cada mañana determinará el día que vaya a pasar.

Nuestras acciones determinan nuestros sentimientos tanto como nuestros sentimientos determinan nuestras acciones. Y el dar largas a las cosas hace fertilizar al temor. Se necesita acción para superar el temor. Escribió Theodore Roosevelt: “A menudo he sentido miedo, pero no cedí a él. Actué como si no tuviera miedo, y gradualmente, el temor desapareció”. Piense usted por un momento: ¿Por qué damos largas a las cosas?. Algunos creen que el dar largas es una deficiencia genética integrada, incurable como alguna enfermedad, o que forma parte de su personalidad

Dar largas a las cosas es un hábito y, además, un mal hábito. Es importante quebrantarlo antes de que nos quebrante a nosotros. Una vez me hizo sonreír una frase que había sobre el escritorio del empleado de un banco local. Decía: “Dejaré de aplazar las cosas…a partir de mañana…tal vez”. En un periódico nacional apareció una caricatura que decía: “Nunca deje para mañana lo que pueda evitar por completo”. O tal vez haya usted leído la que decía: “Si va usted a dar largas a las cosas, ¿por qué no aguardar a mañana para hacerlo?”.

Las oportunidades no se le ofrecen a quien espera. Las aprovechan quienes se atreven a intentar las cosas. La energía necesaria para hacer algo rara vez surge en nosotros hasta después que nos hemos lanzado a la tarea. Y esta fuerza surge después que nos hemos obligado a empezar. La vacilación disipa la energía. Un monje le dijo una mañana a su maestro que tenía un problema que deseaba comentar con él, y éste le contestó que esperase hasta la noche. Llegada la hora de dormir, el maestro se dirigió a todos los discípulos preguntando:

¿Dónde está el monje que tenía un problema?

¡Que salga aquí ahora!

El joven, lleno de vergüenza, dio un paso al frente.

Aquí hay un monje que ha aguantado un problema desde la mañana hasta la noche y no se ha preocupado en resolverlo. Si tu problema hubiese consistido en que tenías la cabeza debajo del agua, no habrías aguantado más de un minuto con él. ¿Qué clase de problema es ese que eres capaz de soportarlo durante horas?, preguntó el maestro.

A las personas que han sido productivas y han tenido éxito en la vida se les recuerda en gran parte por haber sido gente de acción. Tuvieron iniciativa para que las cosas se hicieran. Su inteligencia original pudo tener muy poco que ver con sus realizaciones. Y su educación escolar bien pudo contribuir sólo parcialmente a sus logros. Por ejemplo, Thomas Edison asistió a la escuela sólo durante unos cuantos meses en su vida. Sus 1094 inventos muestran que fue un hombre de acción. Tuvo algunas ideas, e hizo algo con ellas. Sam Rayburn ha dicho muy bien: “Es estar listo para la oportunidad lo que lleva al éxito. La oportunidad a menudo llega por accidente: pero nunca la disposición”.

Un destacado vendedor resumió su éxito en tres simples palabras: “Y algo más”. “Descubrí desde temprana edad”, dijo, “que casi toda la diferencia entre las personas medianas y las superiores puede explicarse en tres palabras. Las personas superiores hacían lo que se esperaba de ellas…y algo más. Eran considerados con los demás, eran bondadosos y amables…y algo más. Cumplían con sus obligaciones y responsabilidades completa y claramente…y algo más. Podía contarse con ellos en caso de emergencia…y algo más”.

Mi amigo Robert Sneed una vez me contó el cuento de dos ranas que cayeron en un recipiente lleno de crema. Una de las ranas llegó a la conclusión de que era imposible salir de esa situación. Se volvió sobre el lomo, plegó las patas y se hundió hasta el fondo. La otra rana tenía una actitud optimista y se negó a darse por vencida. Continuó nadando hasta que la crema se convirtió en mantequilla y salió de un salto. Cualesquiera que sean las circunstancias en que usted se encuentre, no se dé por vencido.

“Encuentre algo que haya que hacer y empiece a hacerlo”. Está fórmula parece muy sencilla, pero el lector descubrirá que hará maravillas por usted.

Fuente:  Art Garner, en su libro Por qué triunfan los triunfadores.

Adaptado por SH. Juan Carlos Caramés Paz.


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